La roca
presiente que algo ha cambiado,
el río se
encresta, y busca la altura,
gime la
ribera al verlo enojado
en la espuma
blanca muestra su bravura.
Se retuerce
el agua y abraza a la costa
y los
caracoles apuran el paso,
más la
marejada se ríe, impiadosa,
los devuelve
al cauce con un manotazo.
Saciada la
espuma, regresa a la orilla,
de nuevo las
aguas al galope avanzan,
y el viejo
costero sus redes repliega.
Un sol
gurisito, apenitas brilla,
y al ver los
colores que en la costa danzan,
mi alma
borracha, de dulzura queda.
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