Calma la tarde sus piecitos posa
y entre un rojo y naranja se dilata,
la primera estrellita da su plata,
yo la siento tan frágil, temblorosa.
La sombra, cual serpiente cautelosa
a los últimos reflejos ataca,
un lamento en el aire se desata,
la copla del crespín, tan dolorosa.
Y en un adiós cansado y remiso
un sol agonizante que caía
deja el último grito tan rojizo.
Y en un cielo de islas, tan difuso,
veo morir cansadamente al día,
por un tajo vertical, ancho y profuso.
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