Buscaba la ternura de tus ojos
en el ocaso de la primavera,
y en la calma quietud de la ribera
me dio el cielo costero tus sonrojos.
Te encontré en el ondear de la madera,
pequeña canoíta estremecida,
y te sentí tan cercana, amada mía,
perfume azul de las enredaderas.
Entonces supe, estaba enamorado,
y a cada instante, mi amor, te recupera,
la tarde me devuelve tus encantos.
Porque habitas mi abrazo abandonado,
y eres dueña de todas mis quimeras,
porque alientas el fuego de mi canto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario