Una gota de luna,
un poquito de cielo,
encuentro cada noche
en la manos que quiero.
Correntada de río,
la tibieza de arena,
descubro en esas manos,
las que alejan mis penas.
Son dos manos tan tibias
y milagrosas ellas,
y dejan en mi frente
cada noche, una estrella.
Son alitas mojadas
cuando calman la fiebre,
y calidez de nido
tienen las manos, siempre.
Son dos manos tan fuertes
cuando cuidan mi cuna,
mas cuando me acarician,
un plumón de ternura.
Si esas manos descubren
tristezas escondidas,
me traen un manojo
de risas encendidas.
Y cuando ellas presienten
que rondan las maldades,
de un solo manotazo
alejan tempestades.
Un poquito de río,
un pedazo de cielo
y la luna jugando
en esas manos veo.
Esas manos son dueñas
de todos los alardes,
y han florecido en coplas
las manos de la madre.
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