sábado, 29 de diciembre de 2012

GUITARRERO DEL PAGO


Está el guitarrero
curvando su sombra sobre la guitarra,
desde el montecito
llega el canto triste que dan las chicharras;
y al mirarlo pienso,
se parecen tanto cantor y chicharra,
ella canta y muere
y él deja en el canto retazos del alma.


Viejo guitarrero
de la voz quebrada en las serenatas,
la luna pintaba
en el clavijero destellos de plata;
y en las perezosas
calles de mi pueblo un duende estrellero,
llenaba las noches
prendidas al canto de ese musiquero.


Hermano del canto...
aquél que no pone ni precios, ni horarios,
y al que no le importa
el aplauso grande de los escenarios;
anda en los fogones
reencontrando coplas y sueños perdidos,
y le entibia el alma
un chamamecito de los tiempos idos.


En las madrugadas,

zorzalito libre de un cielo entrerriano,
al viejo madero, cofre de recuerdos,
se aferran sus manos;
va por los boliches
desgranando coplas junto a su guitarra,
muriendo de a poco
cantando y cantando como las chicharras.


Hermano del canto...
aquél que no pone ni precios, ni horarios,
y al que no le importa
el aplauso grande de los escenarios;
anda en los fogones
reencontrando coplas y sueños perdidos,
y le entibia el alma
un chamamecito de los tiempos idos.






CARRERITO


Ya vienes remontando la esperanza
pequeño carrerito de mi pago,
tu carro con un cielo de naranjas
es parte del paisaje iluminado.


Se refresca tu sombra sobre el río
y un ceibo con sus ramas florecidas;
sintiendo compasión de tu destino
anima con colores la subida.


Como arisco abrojito de los campos,
al día, carrerito, te has prendido.
hilachitas de sueños vas dejando.


Cual agreste florcita de algún cardo,
hoy te he visto a la vera del camino
una pena y otra pena... deshojando.



AURORA


La noche se estremece. Es la hora
en que empieza a latir la madrugada.
Se destiñe la estrella sonrosada
por la magia infinita de la aurora.


La túnica del cielo se colora.
El alba es una novia inmaculada.
El sol vuelve de su negra morada
con su luz renovada y vencedora.


En el monte un rosado refulgente
en perlas de rocío se levanta
y enjuaga sus ojitos en la fuente.


Se renuevan los sueños de la gente.
El paisaje florece y todo canta.
Corre la vida por la sangre caliente.



viernes, 28 de diciembre de 2012

LOS JUGLARES


Vino, mano abierta, guitarra y poesía,
ahí están los juglares de esta patria mía,
a la sombra fresca de sauces costeros
enhebran sus sueños en tardes de enero.


El Hernán, el Roque, Fabián y el Ariel,
junto a nuestro Víctor, todo monte y miel,
guitarras y voces, criollas, entrerrianas,

chamarras, milongas, savia provinciana.


El Víctor se curva sobre su guitarra,
y en  “la primavera”, ella se desgarra;
junto a él las voces de cuatro entrerrianos,
amigos del alma, y en el canto, hermanos.


La prima que canta, la bordona llora,
y el río que pasa, detiene sus horas;
cantando y cantando se les va la vida,
a veces el canto, también es herida.


El alma entrerriana no estará perdida
mientras los juglares anden por la vida,
serán alas libres surcando mi cielo,
y la dulce calma de algún arroyuelo.


Allí junto al “Víctor, los cuatro juglares,
se suma un lucero: el “tata”  Linares;
zorzal y paloma, monte, costa y río,
profundos cantores de nuestra Entre Ríos.



LOS VIEJOS FUNERALES




Briosos los caballos, brillosos, muy negros,
sus cascos traían llantos y tristeza,
cruzaban airosos las calles de tierra,
penita en el alma su paso nos deja.


Click, clack, repetía su paso en las calles
tirando el carruaje con alas muy negras.

Al doblar la esquina que daba a la iglesia
tañir de campanas desgranando penas.


Yo, que era muy niño, seguía al carruaje,
observaba todo, y todo me asombraba;
los negros penachos flameando en el viento;
de Santos, el chófer, su estampa admiraba.


La gente en el atrio de la vieja iglesia.
Gemidos y llantos en la tarde oscura,
y un brochazo negro dejaba en la puerta
la negra sotana que vestía el cura.


Inundaba al templo un canto muy triste.
Avanzaba apenas el triste cortejo
y unas telas lilas, viejas, desteñidas,
cubrían los santos, tan fríos, tan viejos.


Después el “click clack”  en la calle fría
remontaba Echague, rumbo al cementerio,
lágrimas y besos, y el llanto en el viento,
después el silencio… ya descansa el muerto.







PESCADOR DE AMANECERES


Ahí está,
el viejo pescador de atardeceres,
con su mirada buscando el infinito, 
y un cielo herido de vaivenes y sufrimientos. 

Ahí está,
el viejo pescador de sueños idos,
hoy brilla la sonrisa en sus ojos
y en sus labios florece un sapucay,
la pesca ha sido buena,
hoy, quizás, 
hasta le alcance para el juguete
que le reclaman sus gurises.

El ala del sombrero oculta sus tristezas
junto al río que corre, 
su río…, dicen que su agua es dulce,
aunque a veces, cuando bebe un sorbo,
la siente amarga, como sus días. 


Ay! mi hermano pescador doliente,
terco y calmo, sufrido y fuerte, 
manso a veces
y en otras, bravo como el río
en tiempos de crecientes.

Ay! mi amigo el pescador,
su sol desaparece, 
igual al sol del cielo costero,
uno enrojece las aguas mansas
de un río, hoy calmo,
el otro, le entibia 
su alma dolida y cansada

Ay!... mi pescador amigo,
ojalá tu espinel atrape un surubí de sueños…
Ay!... como me dueles mi pescador amigo.
Te dejo unos versos… no sé si te sirven…



EL VUELO



Ayer he visto ese vuelo
que mansamente caía,
manchaba con sus reflejos
la transparencia del día.


Alcé mis manos queriendo,
no sé, quizás atraparlo,
el vuelo era todo cielo,
mis manos, eran de barro.


Se perdía entre las nubes,
a veces se detenía,
un poquito de ese vuelo
yo necesito en mi vida.


El cielo miró asombrado,
la tarde se hizo ternura,
los dos miraban absortos
ese baile en las alturas.


El sol apartó las nubes,
se abrió paso raudamente,
y se rindió ante esas alas
que caían mansamente.


Y mi río milenario,
clamoroso y andariego,
se echó un ratito a mis pies
para contemplar el vuelo.


Y se llenó la ribera
de silencios heredados,
y de ojos gurisitos
que miraban asombrados.


Paradojas de la vida,
yo amarrado a mi raíces,
y el ave, libre, volando,
entre celestes y grises.


Y aunque a veces yo le envidio
su destino volandero,
no me quejo por ser sauce,
bien arraigado a mi suelo.


ATARDECER EN EL RÍO



A la copa de los árboles se aferra
el último suspiro de la tarde.
Gime el río que por el lomo arde,
se callan los gritos de la tierra.


Ya la noche se prueba su vestido
y un costero remonta la jornada;
en un rezo, su sombra reclinada,
va dejando en la arena sus latidos.


Ya divisa en la costa la ranchada.
Palomas las manitos levantadas,
gurisitos en ronda lo han cercado.


Y las islas levantan su proclama
en defensa de aquél que tanto aman,
de nuevo el sol ha sido ajusticiado.



JUNTOS



Cerquita del río
descubrí tus ojos tan juntos a los míos,
y llenaba el aire
el perfume agreste de los espinillos;
si hasta el caminito
por acompañarnos se volvía lento,
apreté tus manos
y tembló tu cuerpo cual junco en el viento.

Algún camalote
dibujaba azules en la correntada,
mientras la ribera
plena de verano, florecía en alas;
tu risa en cascada
se prendía al vuelo de los siririces,
y por tu alegría
el cielo costero perdía sus grises.

Nuestras manos juntas
y una dicha inmensa desbordando el alma,
jugando en la costa
gaviotas curiosas quebraban la calma,
la brisa costera
envolvió tu cuerpo, temblaste de frío,
y sobre mi pecho
fuiste una avecilla que buscaba el nido.

Bebí de tus labios
esa miel silvestre que al monte robabas,
sentí que al besarte
la comarca toda de luz se inundaba;
estiré los dedos
alcanzarte quise la primera estrella,
y canté esa tarde
sólo con nombrarte, la canción más bella.