Está
el guitarrero
curvando
su sombra sobre la guitarra,
desde
el montecito
llega
el canto triste que dan las chicharras;
y
al mirarlo pienso,
se
parecen tanto cantor y chicharra,
ella
canta y muere
y
él deja en el canto retazos del alma.
Viejo
guitarrero
de
la voz quebrada en las serenatas,
la
luna pintaba
en
el clavijero destellos de plata;
y
en las perezosas
calles
de mi pueblo un duende estrellero,
llenaba
las noches
prendidas
al canto de ese musiquero.
Hermano del canto...
aquél que no pone ni precios, ni horarios,
y al que no le importa
el aplauso grande de los escenarios;
anda en los fogones
reencontrando coplas y sueños perdidos,
y le entibia el alma
un chamamecito de los tiempos idos.
En
las madrugadas,
zorzalito
libre de un cielo entrerriano,
al
viejo madero, cofre de recuerdos,
se
aferran sus manos;
va
por los boliches
desgranando
coplas junto a su guitarra,
muriendo
de a poco
cantando
y cantando como las chicharras.
Hermano
del canto...
aquél
que no pone ni precios, ni horarios,
y
al que no le importa
el
aplauso grande de los escenarios;
anda
en los fogones
reencontrando
coplas y sueños perdidos,
y
le entibia el alma
un
chamamecito de los tiempos idos.
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