Vino, mano abierta, guitarra y
poesía,
ahí están los juglares de esta
patria mía,
a la sombra fresca de sauces
costeros
enhebran sus sueños en tardes de
enero.
El Hernán, el Roque, Fabián y el
Ariel,
junto a nuestro Víctor, todo monte
y miel,
guitarras y voces, criollas, entrerrianas,
chamarras, milongas, savia
provinciana.
El Víctor se curva sobre su
guitarra,
y en “la primavera”, ella se desgarra;
junto a él las voces de cuatro
entrerrianos,
amigos del alma, y en el canto,
hermanos.
La prima que canta, la bordona
llora,
y el río que pasa, detiene sus
horas;
cantando y cantando se les va la
vida,
a veces el canto, también es
herida.
El alma entrerriana no estará
perdida
mientras los juglares anden por la
vida,
serán alas libres surcando mi
cielo,
y la dulce calma de algún
arroyuelo.
Allí junto al “Víctor, los cuatro
juglares,
se suma un lucero: el “tata” Linares;
zorzal y paloma, monte, costa y
río,
profundos cantores de nuestra
Entre Ríos.
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