Ayer he
visto ese vuelo
que mansamente caía,
manchaba con sus reflejos
la transparencia del día.
Alcé mis manos queriendo,
no sé, quizás atraparlo,
el vuelo era todo cielo,
mis manos, eran de barro.
Se perdía entre las nubes,
a veces se detenía,
un poquito de ese vuelo
yo necesito en mi vida.
El cielo miró asombrado,
la tarde se hizo ternura,
los dos miraban absortos
ese baile en las alturas.
El sol apartó las nubes,
se abrió paso raudamente,
y se rindió ante esas alas
que caían mansamente.
Y mi río milenario,
clamoroso y andariego,
se echó un ratito a mis pies
para contemplar el vuelo.
Y se llenó la ribera
de silencios heredados,
y de ojos gurisitos
que miraban asombrados.
Paradojas de la vida,
yo amarrado a mi raíces,
y el ave, libre, volando,
entre celestes y grises.
Y aunque a veces yo le envidio
su destino volandero,
no me quejo por ser sauce,
bien arraigado a mi suelo.
que mansamente caía,
manchaba con sus reflejos
la transparencia del día.
Alcé mis manos queriendo,
no sé, quizás atraparlo,
el vuelo era todo cielo,
mis manos, eran de barro.
Se perdía entre las nubes,
a veces se detenía,
un poquito de ese vuelo
yo necesito en mi vida.
El cielo miró asombrado,
la tarde se hizo ternura,
los dos miraban absortos
ese baile en las alturas.
El sol apartó las nubes,
se abrió paso raudamente,
y se rindió ante esas alas
que caían mansamente.
Y mi río milenario,
clamoroso y andariego,
se echó un ratito a mis pies
para contemplar el vuelo.
Y se llenó la ribera
de silencios heredados,
y de ojos gurisitos
que miraban asombrados.
Paradojas de la vida,
yo amarrado a mi raíces,
y el ave, libre, volando,
entre celestes y grises.
Y aunque a veces yo le envidio
su destino volandero,
no me quejo por ser sauce,
bien arraigado a mi suelo.
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