lunes, 16 de septiembre de 2013

IDENTIDAD



Siempre lo encuentro tan cerca del río,
su huella digital está en la arena,
sus manos son de piedra y de rocío,
la costa para él, es gozo y pena.


Su gloria es ser islero, y el hastío,
nunca pudo doblar su alma plena,
cuando siente su corazón vencido
algún dolor antiguo, le enajena.


Larga y dura ha sido la jornada,
y a pasitos nomás en su ranchada
se plegaron los retazos del estío.


Hombre y río enlazados en un sueño,
igual que el zorzalito ribereño
él va buscando la quietud del nido.


Fotografía: Carlos Martinez

CORAZÓN DE ISLERO



Un golpear de marejadas,
en el cielo luna llena,
y en los ojos del costero
voy descubriendo una pena.

El viejo río que pasa
se fue llevando sus sueños,
la vida se ha puesto dura
para los hombres isleños.

A veces él recupera
aquellos tiempos dichosos,
cuando era ceibo florido,
todo fuerza y alborozo.

Trampero, espinel y remos,
la dulzura de los trinos,
nunca le escuché una queja,
siempre abrazado al destino.

Viejo islero de mi pago,
allá en la boca del San Juan,
anda buscando un  recuerdo
pa´ espantar la soledad.

¿Qué harás Lalo? -le gritaban-
cuando el río se levante.
-Haré ranchada en los “cerros”,
y estaré hasta que se amanse-.

A veces lo veo quieto
como un sauce en la ribera,
anda eligiendo una estrella
para el día en que se muera.

Le va llevando sus cosas
al pasar la inundación,
pero el río no se atreve
a llevarle el corazón. 


Fotografía: Juan Pedro Delgado

domingo, 15 de septiembre de 2013

HOMBRE Y RÍO



El no vive del río. Es río y arena.
Porque el río es su muerte y es su vida,
agua bendita, delicada y buena
y otras veces creciente, dura herida.


Los dos son viento norte, espuma y ola,
sus sombras se confunden en la playa,
dos fuerzas que se juntan, nunca solas,
una se ofrece al otro adonde vaya.


En el llanto y la risa están unidos,
hay un pacto que el tiempo no entorpece,
río y hombre se prestan los sentidos.


Y esa canción costera me enternece,
corazón, arena y agua, y un destino,
por los siglos de los siglos, hombre y río. 



Fotografía: Carlos Martinez

DESPUÉS DE LA NOCHE



A veces la vida se hace un  nudo,
por suerte en muchas otras, se hace puente,
gime dolido el corazón desnudo,
la muerte nos vigila indiferente.


Y es allí cuando encuentro a mis hermanos,
son esa casa donde el miedo no toca,
florecen las guitarras en sus manos
y un abril de canciones en mi boca.


Y también está ella, que conoce,
mis ruinas, mi luz y mis temores,
la que siente su nombre entre mis voces;


y entonces voy juntando mis amores,
y aunque tragué la noche, bebo el día,
y camino feliz a la alegría. 



sábado, 14 de septiembre de 2013

EL RÍO Y YO



Muy lento viene el río y me parece
que se posa en el sauzal casi dormido, 
queda tan quieto ese corcel del ruido
que toda la ribera se enmudece.


Llega el río, da vueltas, permanece,
como buscando un camino perdido,
tan solo por un rato es sólo mío,
de pronto la ilusión se desvanece.


Se va, se aleja, y una parte mía
se va con él; que rara que es su vida,
caricia permanente que nos deja.


Está aquí, pero también se va alejando,
y yo, ¿estoy?, o con él me voy rodando…
mi alma confundida, se me queja. 


Fotografía: Carlos Martinez

viernes, 13 de septiembre de 2013

REFLEJOS



Allí nomas, la casa se confunde,
se mezcla con el agua y con la nada,
con asombro de niño, la mirada,
en su patio, la casa blanca se hunde.


Como esa casa a veces  yo me siento
erguido y fuerte, casi tocando el cielo,
más si busco el reflejo allí en el suelo,
descubro mis angustias y mis miedos.


Los pasos se apresuran con los años
y el corazón de a poco, se hace viejo,
se van amontonando los recuerdos.


Pero es bueno encontrarse en un reflejo
y aunque estemos del niño un poco lejos
no dejar que nos ganen  los silencios.


Fotografía: Carlos Martinez

INFANCIA Y RECUERDOS



Están aquí mis recuerdos y a menudo
me devuelven un tiempo diferente,
ese tiempo feliz, limpio y desnudo
donde la muerte me era indiferente.


Y están aquí mis amigos, mis hermanos,
en un refugio que el dolor no toca,
con trasluz de chicharras en las manos
y un silbido siestero en nuestra boca.


¿Será por eso que mi copla trae,
un hálito de luz que manso cae
en el manto sutil de los recuerdos?


Yo los cargo en la alforja de la vida,
los repaso un ratito cada día
porque alguno de vez en cuando pierdo.


Fotografía: Ramón Mioletto

MI PUEBLO Y LOS LAPACHOS



Aturdido de un cielo que me abraza,
un cielo pueblerino sigiloso,
olor a viejo patio, delicioso,
salpicado de grises de torcazas.


En el aire dulzura de panales
y una canción muy dulce y amorosa,
se perturba la acera, vergonzosa,
con la miel de las flores matinales.


Es agosto en mi pueblo, y silba un viento
de aromas pueblerinos renacidos
que aleja las tristezas, los lamentos.


Porque en mi barrio hasta ayer dormido,
la alegría se ha puesto en movimiento,
estallaron los lapachos florecidos.



Fotografía: Melina Yuros

martes, 10 de septiembre de 2013

DOLOR DE AUSENCIA




Mis ojos buscan tus ojos en vano
aunque escucho tu risa todavía,
el río trae tu imagen clara y viva
y hasta siento tu piel entre mis manos.


Soy una sombra herida que ha quedado
doblado como el sauce en la ribera,
veo caer los soles de la espera
sin encontrar la luz que tanto amo.


Te rozo en cada línea del camino,
presiento hasta en las piedras tu latido,
te descubro en las señas del destino.


Y un corazón cansado, dolorido,
te invoca en la distancia, te reclama
y en un dolor febril, aún te llama. 


lunes, 9 de septiembre de 2013

A VECES LLEGO AL RÍO




A veces llego mansamente al río
busco mi huella digital en la mañana,
y entre la arena seca y el rocío,
encuentro mi niñez nunca olvidada.


Y entonces, la gloria, y ser va el hastío
que va dejando la tristeza urbana,
y junto los recuerdos, y confío,
que volveré a encontrar el ángel que me llama.


Y allí nomás, me pierdo en el camino,
quizás pueda encontrar  esas pisadas
que esquivaban al sol en el estío.


Y un instante de luz y resolana
alejarán las penas y el vacío,
mi infancia, cielo azul… y las campanas. 

Fotografía: Carlos Martinez



ORGULLO



Intenté acercarme a tu ribera
cuando en llamas mi canoa aún ardía,
y cual río andariego en mi osadía
quise atraer miradas como fuera.


Fui juntando los soles de la espera
soñaba reencontrarte un claro día,
como el agua cansada, el alma mía,
terminó por rendirse a la postrera.


Por beber de las aguas del orgullo;
y no oír la canción enamorada
fue ceniza el amor entre las rocas.


Me contaron hoy un secreto tuyo,
que añoras mis perdidas llamaradas
y la dulce canción que había en mi boca.