Allí nomas, la casa se confunde,
se mezcla con el agua y con la nada,
con asombro de niño, la mirada,
en su patio, la casa blanca se hunde.
Como esa casa a veces yo me siento
erguido y fuerte, casi tocando el cielo,
más si busco el reflejo allí en el suelo,
descubro mis angustias y mis miedos.
Los pasos se apresuran con los años
y el corazón de a poco, se hace viejo,
se van amontonando los recuerdos.
Pero es bueno encontrarse en un reflejo
y aunque estemos del niño un poco lejos
no dejar que nos ganen los silencios.
Fotografía: Carlos Martinez
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