martes, 30 de octubre de 2012

UN CAMINITO DE CIELO




Si algún noviembre andariego
te trae hasta mi pueblo,
te ha de llevar hasta el centro
un pedacito de cielo.


Jacarandaes florecidos
señalarán el camino,
y ese azul tirando a lila
ha de torcer tu destino .


Porque cuando tú descubras
la tierra de Don Linares
ya no podrás olvidarla,
ya no te iras de estos lares


Su gente amable y sencilla
te dará calor de estío,
y si vas por la ribera
tendrás caricias de río.


Aquieta un poco la marcha
cuando llegues a la loma,
y verás el campanario
entre un volar de palomas.


Y al cruzar el puente rojo
verás en el arroyuelo,
que andan nuestros gurisitos
botando sueños costeros.


Porque cuando tú descubras
la tierra de Don Linares
ya no podrás olvidarla,
ya no te iras de estos lares


Su gente amable y sencilla
te dará calor de estío,
y si vas por la ribera
tendrás caricias de río.




viernes, 19 de octubre de 2012

MADRE DE LA COSTA


Tus manos de madre,
son manos que sufren, son manos costeras;
sientes que la vida
igualita al río, tu tiempo se lleva.

Las veo en las noches
tejer una manta con hilos de sueños;
y sobre una cuna
se vuelven tus manos dos flores de ceibo.

Será tu destino
igual al del sauce, morir junto al río.
aunque traiga penas
que amarguen ti vida, lo sientes tu amigo.

Ahora comprendo
tu amor por la costa, porque no te alejas;
eres como el sauce
que lejos del río llora de tristeza.

Te veo a la siesta
doblada en la orilla lavando la ropa,
mientras los gurises
te arrancan la risa jugando a la “embopa”.

Miras la canoa
tu gurí crecido recorre el “alambre”;
heredó el oficio,
pescador costero, que dejó su padre.

Será tu destino
igual al del sauce, morir junto al río.
aunque traiga penas
que amarguen tu vida, lo sientes tu amigo.

Ahora comprendo
tu amor por la costa, porque no te alejas;
eres como el sauce
que lejos del río llora de tristeza.




domingo, 14 de octubre de 2012

MANOS ARTESANAS





Canto a las manos humildes
artesanos de mi pago,
herencia de tiempos viejos
esas manos heredaron.


Manos que de noche tejen
en algún poncho sus sueños,
mezclando el verde del sauce
con el rojo de los sueños.


Manos que trenzas los tientos
con los misterios del alma,
y otras que cuentas sus penas
al corazón de la palma.


Artesano de mi tierra,
de los dedos machacados,
a veces se van los sueños
en el barro derramado.


Sabias manos que se mueven
en cálido y manso vuelo,
en esas manos se juntan
las estrellitas del cielo.


Coplitas simples, cantadas
en tu memoria, artesano,
coplitas que van pidiendo
-que sean benditas tus manos-.

sábado, 13 de octubre de 2012

LA PAZ, ENTRE RIOS



La Paz es un pedazo
de suelo bendecido,
el Paraná le canta
con una antigua voz,
es bella, pintoresca,
nuestra tierra del alma,
la de Pascual Echague
y el Coronel Berón.

La Paz, serena y calma,
se peina en sus sauzales,
aquel que le visita
no la olvida jamás,
La Paz, marrón de río
y roja en sus ceibales,
y entrando desde el Arco
azul  jacarandá.

Hermosas son sus termas
juntito a la Curtiembre,
sus barrancas, sus islas,
cada muerte del sol,
junto a su costanera,
el parque, el museo,
y la mansa ribera
con gurises de sol.

El puerto con su historia,
el guinche,  su vigía,
y las viejas casonas
que cuentan de su ayer,
después llego a la plaza
la iglesia, sus campanas,
me envuelven los recuerdos
y vuelvo a mi niñez.

Son muchos los poetas
La Paz, que te cantaron,
te hiciste melodía,
guitarra y acordeón,
tu canto como el río
es dulce y rumoroso,
y a veces en un llanto
nos quiebra el corazón.

Qué bueno fue cantarte
La Paz de mis amores,,
“querencia bendecida”
del Linares cantor,
cuando un día me vaya,
cuando callen mis pasos,
ojala que los niños
te canten mi canción.


UNA FLOR Y UN VERSO




En alguna tarde, encontré tus ojos,
callé las palabras, bebí tu silencio,
y ese día supe que no estaba solo,
y que eras parte del más lindo sueño.


Y anduvimos juntos, un largo camino,
con días de risa, con noches calladas,
y después la voces inundando el patio,
y allí nuestras manos siempre entrelazadas.


Por qué no decirlo, cuando alguna pena
flotaba en el aire inundando el alma,
yo siempre encontraba miel en tu mirada
y no había tiempo para la distancia.


Ya ves, han pasado más de treinta años,
y aún siento en el aire olor a naranjos,
sigo siendo un río que busca tu cauce,
comapán herido por tus ojos mansos.


Sabes esta noche quisiera cantarte,
la canción tan tuya, la que te nombraba,
robarte algún beso, y después dejarte
una flor y un verso , allí entre tu almohada.



TORMENTA EN EL RÍO



De pronto, a media tarde, 
la noche brotó del suelo
y fue arañando,  
paso a paso las barrancas y la arena;
y casi sin esfuerzo,
se metió en los enclenques ranchitos costeros.
Solitarios, inmóviles, como muertos,
se quedaron los sauces y los ceibos ribereños,
solo algún pino del viejo cementerio
se volvió índice gigante y acusaba al cielo.
Por la cicatriz del sendero angosto,
apartando el aire,  venía él,
la sombra fatigada del costero apuraba los pasos.
Y en la ribera,
la calma que antecede a las tormentas,
se palpaba en cada retacito de su áspera piel.
Ahora, el viento, cada vez más fuerte,
traía un suave olor a menta silvestre.
Sobre la rama asustada,
clavó sus garras  el viento y la dobló hasta quebrarla.
Las aguas del ahora bravo río,
se alzaban en raros círculos
y unos labios de espuma blanca besaban la costa.
Como una descomunal espada,
un rayo partió en pedazos el cielo costero,
el aire se llenó de viejas plumitas de nidos abandonados;
y en el rancho, la madre costera,
llevó al rinconcito mas tibio la cuna del gurisito,
aprontó las velas, apuró algún rezo.


jueves, 11 de octubre de 2012

VOLVIENDO




 A la hora de la siesta
cuando mi pueblo dormía,
la “gurisada” era dueña
de aquel momento del día.

Buscando sombras, andaban,
la marcha se hacía lenta,
los misterios esperaban
allí  no más, a la vuelta.

Desde la puerta la madre
preocupada, nos miraba,
y susurrando entre dientes
un rosario desgranaba.

Camino del cementerio
la costa nos esperaba,
el canto de las solapas
a veces, nos asustaba.

Y la ribera era nuestra,
sin tiempos y sin horario,
y nos sentíamos dueños
de aquel río milenario.

Y nuestros gritos llenando
ardientes tardes de enero,
contagiaban al silencio
de aquel viejo espinelero.

Nos sentíamos feudales
de un pedacito de río,
levantando mil castillos
en esas tardes de estío.

Devolvíamos al agua
un camalote viajero,
y él parecía decirnos:
-suban gurises, los llevo-

Y algún “Martín pescador”
nos miraba con recelo,
“matraca”… era su queja,
al ver nuestros mojarreros.

Hoy que me duelen los años
y  los amigos perdidos,
necesito los recuerdos,
aquellos que guarda el río.

Mi madre no está en la puerta
y el camino se ha borrado,
por suerte guarda mi alma
dulces sueños, no olvidados.

Por eso de vez en cuando
mis pasos buscan el río,
y los gurises de entonces
andan corriendo conmigo.

miércoles, 10 de octubre de 2012

CANTO AGRADECIDO




Ay! La Paz, me devuelves la alegría
en los ojos dulzones del paisaje,
y me afirmo a tu historia, tierra mía,
y cargo de recuerdos mi equipaje.

Y allí están los chanás del bravo río,
después, los inmigrantes que llegaron
a este arisco pedazo de Entre Ríos,
y aquí sus esperanzas remontaron.

Hoy le canto a la luz de tu horizonte,
a las tibias alitas de tus montes,
y a una infancia tan pura, no olvidada.

Hoy te canto, ciudad de mis amores,
con la voz de tus viejos trovadores…
La Paz…  la de palomas y bandadas.

martes, 9 de octubre de 2012

EL VIEJO RÍO CANTA DE NUEVO



En sus manos florece una guitarra
y algún zorzal les contagió su trino,
su canto es alegría  en los caminos
y a veces una pena que desgarra.

Orlando, río sabio, río viejo,
Efraín, río joven, correntada,
en los dos hay un cielo de bandadas,
uno es urgencia y el otro consejo.

En ellos la canción se vuelve sueño,
hay un alma argentina estremecida,
en su voz se hace viento la esperanza.

Su copla, amigos míos, tiene dueño,
ese canto de fe, justicia y vida,
es bandera de amor en lontananza.

domingo, 7 de octubre de 2012

LOS HIJOS Y LOS ÁRBOLES



Tres hermosos hijos
en tiempos distintos nos trajo la vida,
llegó en un noviembre
de la larga espera, Pablo Jeremías;
por él, en el patio,
planté con mis manos un ceibo costero,
para que él descubra
rumores de río que en el alma llevo.

Pensando en la Virgen
y en aquél Belén que a Jesús dio abrigo,
para nuestra niña
María Belén, fue el nombre elegido;
por ella un diciembre
un palo borracho también fue plantado,
para que en el tiempo
los dos florecidos fundan sus rosados.

Después fue Ana Paula,
la dulce alegría, la voz cantarina,
que llegó en octubre
el mes de las madres, el mes de la vida;
por la más pequeña
el árbol más grande le entregué a la tierra,
un jacarandá
se trepa en azules y al cielo se aferra.

Señor de la Vida
quiero darte gracias por tanta ternura.
Los hijos creciendo
igual que los árboles buscando la altura;
ayer en el patio
el andar inquieto de sus pasos lentos,
hoy de alas crecidas
intentan de a ratos algún vuelo incierto.

Y hoy tiene mi vida
la dulce mirada de mi compañera,
y los tres retoños
que entibian el alma y alivian la pena;
y cuando los veo
buscando en el nido nuestro manso abrigo,
siento como el árbol
la sana alegría de estar florecido.

DESTINO DE RÍO



Pescador… Costero… 
Vecino de la costa  y de las islas
y  hermano del lucero y de las auroras encendidas.
Sube y baja la barranca, -la pucha- piensa,
cada día me cuesta más repechar la senda.
La luz arisca de la madrugada
le enciende en algunos días la oscuridad de sus pupilas,
y los gurises,
que lo esperan cada tarde a la hora del ocaso,
lo envuelven en rondas, lo llenan de gritos,
y le recuerdan que está vivo, por si acaso.
Sopla, una cálida brisa costera,
desde algún ranchito colgado en las barrancas,
un chamamecito cansino le entibia el alma
y le arranca un sapucay
y en ese grito atado a su garganta,
se escapan las penas y los dolores;
y esa melodía tristona y armoniosa
es como una calandria enamorada
que salpica las piedras y los sauces,
coquetea con el agua que pasa
y después mansamente, busca nido en su alma.
Mañana volverá a andar el camino,
la misma senda, las penas serán las mismas,
pero ahora es tiempo del sosiego y del descanso,
del mate amargo, de la mesa del pan tibio y compartido.
El lucero de la tarde, refulgente,
arde como una braza azul sobre las islas
y coqueta y blanca la luna se trepa sobre los sauces,
ilumina de plata los ranchitos,
como aquella de Linares en su canción de cuna.
Pescador… Costero… vecino de la costa y de las islas…
Cae la noche…
La señal de la cruz sobre su pecho,
una plegaria para el Cristo pobre de los pescadores,
es tiempo del descanso merecido.
Afuera, sigue sonando un acordeón tristón,
y a él se suman los ruidos del río y de la costa,
y una guitarra destemplada en su cordaje…
Descansa el pescador, hombre del río,
al alba, volverá a emprender eterno viaje.


jueves, 4 de octubre de 2012

SI TIENES A TU MADRE



Si tienes a tu madre, te propongo,
apriétala muy fuerte en este día,
yo la busco en la ausencia, y aunque quiera,
besarla y abrazarla, no podría.

Se fue un día de mayo, largo, triste,
a la hora en que el sol se adormecía,
un rosario apretado entre sus manos,
de pena, de dolor, mi alma ardía.

Por so si la tienes… hoy se bueno
y dile con un beso que es tu vida,
y busca la canción que a ella le gusta,
baila con ella un vals en la cocina.

Por so si la tienes, no te olvides,
y dile que ella es tu primavera,
y cántale la ronda que cantaba
en las noches, para que te durmieras.

Si tienes a tu madre, no te olvides,
de aquellos días en que te encontraba,
derramando lagrimitas, angustiado,
y con un simple beso te calmaba.

Si tienes a tu madre, dale un beso,
y dile: “yo te amo, madre mía”,
ya termino mis versos, voy marchando,
camino al cementerio, en este día.

VIEJO ÁRBOL DE MI INFANCIA




Entreabría la ventana
de mi cuarto al despertar,
para escuchar en silencio
aquél canto vegetal.
Allí estaba desde siempre
viejo feudal de la esquina,
bajo su sombra enhebraba
sueños-niños y alegrías.

En las tardes de tormenta
afirmaba sus cimientos,
y él era como “El Quijote”
desafiando cualquier viento.
Sus brazos como rezando
algunas plegarias viejas,
se alzaban buscando un cielo
estremecido de quejas.

Otras veces se encendía
y enajenaba dolores,
al sentir entre sus ramas
voces de nidos y flores.
Y entonces con sus colores
la esquina se maquillaba,
con un azul, casi lila,
sus mejillas coloreaba.

Siestas de soles ardientes
con mis ansias desatadas,
él extendía sus dedos, 
sus sombras me rescataban.
El fue discreto testigo 
de un dulce beso robado,
un corazón con dos nombres
hay en su pecho guardado.

El tiempo y otros caminos 
llevaron lejos mis pasos,
de vez en cuando regreso 
y lo envuelvo en un abrazo.
Allí esta él... imponente,
como en los tiempos pasados,
ofreciéndome su sombra
para mis pasos cansados.

Yo le cuento de mi vida,
de los caminos andados,
y él dice: - a tu sueño-niño
aún lo tengo guardado -.
Y aunque digan que es el gris 
el color de los recuerdos,
el mío es azul y verde 
como el árbol que no ha muerto.