Es la hora en que suenan las campanas.
Es la hora en que vuelven los candores.
Aleteo de nidos en las ramas,
río y cielo se prestan sus colores.
Tiene algo de mágico el momento,
me deshago de todos mis abismos;
estoy solo con mi alma y mi silencio,
¡qué bueno reencontrarme con mí mismo!
Y soy el alma misma del paisaje,
y soy mata de pasto, piedra y río,
y el canto de un crespín entristecido.
Cargo gotas de luz, y sigo viaje,
encuentra paz mi corazón herido,
qué más puedo pedir, amigo mío.
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