martes, 5 de febrero de 2013

CANTO CREPUSCULAR




Un sol ensangrentado
se recuesta en las islas,
agoniza la tarde,
suspira el saucedal;
las nubes me recuerdan
a rostros que he perdido,
presurosas las aves
van buscando el ceibal.

Y toda la ribera
se puebla de rumores,
suena la flauta dulce
de un costero zorzal;
contrasta con el blanco
de bellas azucenas,
un azul, casi lila,
que trae el camalotal.

Atardecer de ensueños,
dormitan los sauzales,
las sombras lentamente
comienzan a trepar;
y en el cielo costero
los ojitos cansados
de aquel viejo lucero
parecen parpadear.

Es mágica esa hora,
todo se queda en calma,
sepulcral el silencio
del manso atardecer;
es el tiempo preciso
en que vuelven las nostalgias,
golpean los recuerdos
clamando por volver.

Y regresa aquel niño
trepando las barrancas,
de pantalón cortito,
mojarrero de sol;
aquél que te buscaba
en las tardes costeras,
y por tus ojos verdes
se moría de amor.

A veces me pregunto:
¿Qué quedó de ese tiempo?,
de los mágicos duendes
de cada atardecer;
y aunque sabe mi alma
que el pasado, es pasado,
en cada tardecita
se empeña por volver.



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