Desde mozo se
que anduvo
en los campos
entrerrianos,
era como el
monte mismo,
todo misterio
el paisano.
Su vida fue
lucha dura,
todo viento y
correntada,
solo le
aliviaba el alma
la brisa de las
bandadas.
Alambrador,
peón de campo,
y también buen
domador,
si encontraba
una guitarra
hasta se hacía
cantor.
En el monte
puro filo,
en el corral,
firme tiento,
hombre de pocas
palabras,
todo sapiencia y silencio.
Y casi sin
darse cuenta
fueron pasando
los años,
se fue de a
poco enredando
su corazón en
el pago.
Fue espinillo
florecido,
fue un arroyito
que pasa,
lucero en las
madrugadas,
fue calandria,
fue torcaza.
A veces veo en
sus ojos
alguna pena
dormida,
y en su rostro los
caminos
que le ha
marcado la vida.
Y entonces me
hago milonga,
me hago
guitarra estrellera,
me hago vino en
los domingos
para entibiarle
la huella.
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