Ángel de carita triste,
dueño de los silencios del viejo cementerio,
a veces te imagino temeroso
y te veo con las manos cruzadas, con los ojos cerrados,
como escapando del llanto de las almas en pena.
Cuentan algunos, que de noche te bajas
y deambulas por las calles del viejo cementerio,
la luna de tu mano ilumina tus pasos
y las sombras te protegen
y te acogen en sus brazos.
Dulce y bello Ángel de carita triste,
hoy caminé hasta el río
y en la brisa costera de la tarde
te juro que sentí por un instante
la tibia y suave caricia de tus alas.
Volví por los senderos intrincados,
me detuve un instante a contemplarte
y volví a preguntarme como siempre
el por qué de tu carita triste,
el por qué de tus ojos tan cerrados.
Ay!, si pudiera, mi Ángel triste
de las manos cruzadas y los ojos cerrados
lograr que mi verso te robe una sonrisa
y sentir a cambio, como sentí en el río,
la tibia y suave caricia de tus alas.
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