Mira,
es el último angelito que nos queda,
también de carita triste y ojitos cerrados.
Vamos a pedirle una tenue sonrisa
y que nos lleve imaginariamente
hasta la orilla del río
y nos cuente el misterio de la cruz de la bajada.
también de carita triste y ojitos cerrados.
Vamos a pedirle una tenue sonrisa
y que nos lleve imaginariamente
hasta la orilla del río
y nos cuente el misterio de la cruz de la bajada.
Lo veo espléndido y tierno
y cmo me gustaría
y cmo me gustaría
arrancarle una sonrisa dulce y traviesa
y que él a cambio
y que él a cambio
beba las lágrimas de mis ojos tristes.
Una tarde perezosa no quiere marcharse
aunque ya es su hora,
el sol, recostado en la línea verde del horizonte
tira de ella, la reclama, pero ella se resiste,
aunque ya es su hora,
el sol, recostado en la línea verde del horizonte
tira de ella, la reclama, pero ella se resiste,
intenta conmigo
arrancarle una sonrisa al último angelito.
arrancarle una sonrisa al último angelito.
Los pájaros nos enredan con su canto
y en las ramas altas de los pinos
crece la brisa de sus alitas
y le suman sus caricias a las frías alas
del último angelito.
Vuelvo mis pasos… es inútil el esfuerzo,
el último angelito no sonríe…
Las aves callan, la tarde, vencida, se reclina…
entonces mi alma, entrometida como siempre,
me dice: “nunca entenderé la eterna tristeza
de los angelitos de los viejos cementerios”…
y aunque siempre me gusta contradecirla,
le di la razón.
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