Siempre
lo encuentro tan cerca del río,
su
huella digital está en la arena,
sus
manos son de piedra y de rocío,
la
costa para él, es gozo y pena.
Su
gloria es ser islero, y el hastío,
nunca
pudo doblar su alma plena,
cuando
siente su corazón vencido
algún
dolor antiguo, le enajena.
Larga
y dura ha sido la jornada,
y
a pasitos nomás en su ranchada
se
plegaron los retazos del estío.
Hombre
y río enlazados en un sueño,
igual
que el zorzalito ribereño
él
va buscando la quietud del nido.
Fotografía: Carlos Martinez