En la orilla la vi, entre agua y cielo,
y detuve mis pies de caminante,
el agua la tiraba a cada instante,
la arena la apretaba con recelo.
Agua y arena trenzadas en duelo
una la encallada, la otra la hace flotante,
y ella piensa, seré madera errante
o quedaré para siempre aquí en el suelo.
Y ella deja un quejido, un descontento,
quisiera decidir sobre su vida,
a veces quiere estar quieta en la arena
y en otras, libre, navegando al viento.
Desgrana en el paisaje mustia pena,
hoy la vi triste, muy quieta, adormecida.