Siempre lo
encuentro tan cerca del río,
su huella
digital está en la arena,
sus manos
son de piedra y de rocío,
la costa
para él, es gozo y pena.
Su gloria es
ser costero, y el hastío,
nunca pudo
doblar su alma plena,
cuando
siente su corazón vencido
algún dolor
antiguo, le enajena.
Larga y dura
ha sido la jornada,
y a pasitos
nomás en su ranchada
se plegaron
retazos del estío.
Hombre y río
enlazados en un sueño,
igual que el
zorzalito ribereño
él va
buscando la quietud del nido.
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