Rezonga un chamamé, hermano mío,
cadencioso es su ritmo y nos hermana,
y mi pago al oírlo, se engalana,
galopando en mi alma, todo brío.
Me trae el chamamé su voz de río,
voz de “tape, ”de tierra soberana,
zorzalito costero en la mañana,
tristeza de crespín en el estío.
Embrujado el paisano se desliza,
casi flotan sus pies, tierra y ceniza
y la dama en un giro ha florecido.
Allí está el chamamé, tierra y memoria,
luz y sombra, risa y llanto en cada historia,
con un grito recupera tanto olvido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario