Caminito de cardos y de
espinas
aturdido de gritos y
lamentos,
su larga cabellera el sauce
inclina
mientras juega su sombra con
el viento.
Presencia de gurises en
bandada
y toda la ribera se ilumina,
el monte una sonrisa
dibujada,
nuestro clamor le quiebra la
rutina.
Arroyito… verano y
mojarrero.
El duende de la siesta nos
convoca
y nos tiñe la piel el manso
enero.
Nuestro fresco fervor
levanta vuelo,
una risa apurada se desboca
rasgando el terciopelo azul
del cielo.
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