De pie. Imponente.
Con su verde incierto.
Cantaban sus hojas,
lloraba el silencio.
Dueño de la costa.
Centinela eterno.
Refugio de nidos
con su cara al viento
Cuando estremecían
los soles de enero,
al pobre costero.
Y un día la muerte
lo abrazó en silencio,
comenzó a secarse,
a sentirse muerto.
Hoy, el río mira
como llora el viento,
por las cicatrices
de aquel árbol muerto.
Y los canoeros
lloran su partida
buscan sin consuelo
la sombra perdida.
Y aunque alguien diga
que nada ha pasado,
hay un árbol muerto
y un trino callado.
Concierto de grises.
Un cielo desierto.
Y un nido sin voces
el amigo ha muerto.
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