En el dócil silencio de la siesta
atontada por los soles de enero,
se escuchaba ese grito lastimero
a quien nunca por recelo, di respuesta.
Un “cuu” largo, triste, muy dolido
desgarraba a la tarde que se ardía,
y el temor en el pecho se prendía,
un misterio de solapas escondidas.
Se perdía ese grito en la hondonada
y de nuevo los gurises en bandada
buscando sombras, dueños del sendero.
No lo niego, su clamor nos daba miedo,
pero el monte y sus enigmas nos llamaba,
nuestra suerte, total, ya estaba
echada.
Fotografía: Gustavo Cabral
No hay comentarios:
Publicar un comentario