martes, 11 de febrero de 2014

SER COSTERO



Ese oficio le vino con la vida
y allí está, lluvia, sol, invierno, estío,
una incansable paciencia y un silbido
y esa soledad tan repetida.

Su vida entre las islas repartida
y esa pobre ranchada que es su abrigo,
un abrazo cansado, repartido,
y otra vez el adiós y la partida.

Y así, en el invierno o el verano
su eterno andar por el río, viejo amigo,
ser costero y ser pobre, es su destino.

Hombre y río, cansancio, remo y manos,
ir y venir  sin tregua por el agua,
y aquel silbido triste que acompaña.

Fotografía: Carlos Martinez

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