Ese oficio le vino con la vida
y allí está, lluvia, sol, invierno, estío,
una incansable paciencia y un silbido
y esa soledad tan repetida.
Su vida entre las islas repartida
y esa pobre ranchada que es su abrigo,
un abrazo cansado, repartido,
y otra vez el adiós y la partida.
Y así, en el invierno o el verano
su eterno andar por el río, viejo amigo,
ser costero y ser pobre, es su destino.
Hombre y río, cansancio, remo y manos,
ir y venir sin tregua por el
agua,
y aquel silbido triste que acompaña.
Fotografía: Carlos Martinez
Fotografía: Carlos Martinez
No hay comentarios:
Publicar un comentario