Es una mañana de invierno naciente
el viento costero nos trae un frescor,
y el gemir del río anuncia
creciente
la costa se llena de un ronco rumor.
Y un sol andariego camina sin prisa
se prende en los niños, rondita de amor,
y en la correntada, lejos, se divisa
la imagen costera, penita y dolor.
Los niños contagian esa algarabía
visten la ribera de luz y alegría
poniéndole alivio al quehacer
matinal.
Y al viejo costero le golpea el viento,
mira a los gurises, aleja el lamento,
y apura el regreso... remar y remar.
Fotografía: Carlos Martinez
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