Aún me dura la melancolía,
en mis retinas la isla larga y clara,
mates de abuela menta, cedrón y malva,
y allí en el patio el bracerito ardía.
La abuela olía a cielo, a poesía,
arrastraba años su sombra doblada,
dulce mburucuyá que maduraba,
a flor silvestre, la suave abuela olía.
Un día se fue y sin decirnos nada,
tan solo nos sonrió con la mirada,
y en paz buscó al arroyo que corría.
Lloré su ausencia hasta llegar el alba,
busqué sus mates los de cedrón y malva…
y aún hoy me dura esa melancolía.
Fotografía: Ramón Mioletto
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