Entre Ríos,
mi tierra de cielo y agua,
guarda esta luz del canto que me diste y que llevo,
para que vuelva a encontrarla siempre
como hallaba la dulzura de los pisingallos
en las siestas de mi infancia.
Entre Ríos,
entibia esta luz del canto que me diste,
agrégale un poquito de miel a mi garganta
para que retorne dulce y mansa
cuando me hiera el cuchillo gris
de alguna pena traicionera.
Entre Ríos,
protege esta luz del canto que me diste,
busca en el vientre de arena y pedregullo de tus ríos
alguna arcaica vasija de barro que arrastra el tiempo,
para que regrese cándida y fresca
cuando necesite saciar mi alma sedienta.
Entre Ríos,
tierra del latido y pródigas riberas,
libera esta luz del canto que me diste
si algún día se callan tus zorzales y calandrias.
Ya sé, tú me dirás, no es lo mismo,
pero igual cuenta con él; siempre fue tuyo
y hasta puede morir por ti si lo reclamas.
Fotografía: Gustavo Cabral
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